El frío, el hambre y el desespero afectan a cientos de miles de personas que quedaron sin hogar después de los terremotos que azotaron Turquía y Siria hace tres días, mientras la cifra de muertos superaba las 20,000 el jueves.
El rescate de un niño de 2 años después de 79 horas atrapado en los escombros de un edificio colapsado en Hatay, Turquía, y varias otras personas levantaron el ánimo de los cansados equipos de búsqueda. Pero la esperanza se desvanece de que se encuentren muchas más personas vivas en las ruinas de pueblos y ciudades.
Un funcionario turco dijo que la desastre plantea “dificultades muy serias” para la celebración de una elección programada para el 14 de mayo, en la que se esperaba que el presidente Tayyip Erdogan enfrentara su desafío más difícil en 20 años en el poder.
Con la ira creciendo debido a los retrasos en la entrega de ayuda y en la puesta en marcha del esfuerzo de rescate, es probable que el desastre afecte la votación si se lleva a cabo.
El primer convoy de la ONU que lleva ayuda a los sirios afectados cruzó la frontera desde Turquía.
En la provincia de Idlib, Siria, Munira Mohammad, madre de cuatro hijos que huyó de Alepo después del terremoto, dijo: “Aquí hay todos niños, y necesitamos calefacción y suministros. Anoche no pudimos dormir porque hacía mucho frío. Es muy mal”.
Cientos de miles de personas en ambos países quedaron sin hogar en pleno invierno. Muchos han acampado en refugios improvisados en estacionamientos de supermercados, mezquitas, carreteras o entre las ruinas, a menudo desesperados por comida, agua y calor.