En este día de Brujas o Halloween, recordamos 5 relatos más aterradores acontecidos en nuestro país
Nuestro país es conocido por la manera en la que se celebra el Día de los Muertos donde los fallecidos regresan para visitar a sus familiares.
México está lleno de tradiciones y ritos ancestrales que veneran la muerte.
Y este mismo floklor se ve reflejado en sus leyendas, historias aterradoras que abarcan desde mujeres despechadas hasta ‘maniquies’ que cobran vida.
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Muchas son las leyendas que conviven en México y asustan a todos los niños y adultos y aquí te presentamos 5 de las más aterrasoras:
LA LLORONA
Se trata de una de las leyendas más conocidas del antiguo México. Mientras unos aseguran que es la diosa azteca Cichuacóatl, otros hablan de Malinche, la indígena que ayudó a Cortés en la conquista de México. Ahora, un grupo de historiadores sitúan a La Llorona en el siglo XVI durante la época colonial.
Según dicta la tradición, una mujer indígena tuvo un romance con un caballero español, quien más tarde la rechazó por vergüenza y se casó con una dama de la alta sociedad española. Cuando La Llorona se enteró, dolida y desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río. Después y sin poder soportar el sentimiento de culpa, se suicidó.
Años más tarde se impuso un toque de queda en Ciudad de México, tiempo en el que muchos dicen haber escuchado un lamento cerca de la Plaza de la Patria y, quienes se atreven a asomarse por la ventana, ven el pálido rostro de una mujer casi raquítica y con desgastados arapos blancos que desaparece en el lago de Texcoco entre alaridos “¡Ay, mis hijos!”.
LA MUJER HERRADA
Vicente Palacio recogió todas las terroríficas historias que se cuentan en el país en su libro ‘Tradiciones y leyendas mexicanas’. En él narra cómo “en 1670, un clérigo no muy viejo con su medio siglo a cuestas, vivió en México en la calle conocida en la actualidad como la Puerta Falsa en el barrio de Santo Domingo”.
Un día, el clérigo solitario decidió buscar una mujer y convivir con ella como si de su legítima esposa se tratara. Repudiado por los fieles de la ciudad, fue su amigo el herrero el único en no darle la espalda. Por la noche, dos esclavos negros solicitaron los servicios del herrero con urgencia en nombre del clérigo para que le clavase cuatro grandes herraduras a una mula negra.
Al despertar, llegada la mañana, el clérigo observó que su mujer, tumbada en la misma cama, no respiraba. Al bajar las sábanas se encontró con la jóven a la que le habían clavado las herraduras en las manos y los pies. Entonces supieron que todo era consecuencia de la Justicia Divina y que los esclavos eran demonios del infierno.
EL NOVIO DE LA MUERTE
Cuenta la leyenda que Verónica, una joven alegre y vivaracha, había planeado casarse con Fernando. Una semana antes de la boda, ella salió de la ciudad para repartir las invitaciones. El mismo día de la ceremonia y bajo un cielo chubascoso, Verónica tuvo un mal presentimiento y en una curva, el coche en el que viajaba se despeñó por un barranco, falleciendo en el instante.
Años más tarde, un antiguo compañero suyo del colegio viajó solo a las 12 de la noche por esa misma carretera donde, algunos cuentan que se le apareció el rostro desfigurado de Verónica en la parte trasera del coche. Entonces, de la misma forma, el muchacho perdió el control del coche estrellándose contra una roca y falleciendo en el acto.
Ten cuidado si decides viajar en solitario por una de las carreteras de los alrededores de Ciudad de México porque, al mirar por el retrovisor, podrías ver a Verónica, siempre sentada tratando de conseguir que sus víctimas sufran igual que ella.
LA PASCUALITA
Esta vez no se trata de una persona ni de un animal. La historia se remonta al 25 de marzo de 1930 en la Avenida Melchor Ocampo con la Calle Guadalupe Victoria, donde Pascualita Esparza Perales de Pérez, dueña de la tienda de vestidos de boda ‘La Popular’, colocó un extraño maniquí en el escaparate de su comercio que pronto llamaría la atención de todos sus clientes en Chihuahua.
El maniquí, bautizado como La Chonita, procedía de Francia y fue adquirido el mismo día en el que se celebra la Inmaculada Concepción. Durante un tiempo La Chonita fue considerada la novia más bonita de Chihuahua hasta que, más tarde, surgieron las leyendas entorno al maniquí por la realidad de sus expresiones faciales, sus ojos vidriosos, su pelo natural o los detalles tan definidos de las arrugas en sus manos, ojos y cuello.
Se sabe que Pascualita falleció el mismo día de su boda tras ser picada por un alacrán (escorpión) que se había escondido en su tiara. Ahora, muchos dicen que fue su propia madre quien la embalsamó y convirtió en el maniquí conocido como La Chonita para tenerla siempre cerca.
Con los años, la historia se ha magnificado y muchos aseguran que un mago francés enfermo de amor la devolvió de nuevo a la vida. Desde entonces, muchos son los que todas las noches escuchan a los amantes bailar, beber y celebrar el poco tiempo que pueden estar juntos. Hoy en día los vecinos acuden a dejar flores y velas porque “en sus pies suceden los milagros”.
LA MONJA DE LA CONCEPCIÓN
En el siglo XVI, los hermanos Ávila (María, Gil y Alfonso) convivían entre las calles de Argentina y Guatemala en el Centro Histórico de la Ciudad de México, los cuales gozaban de una buena posición social y una considerable fortuna.
María, la más pequeña, era ingenua y confiada, y un buen día conoció a Arrutia, un mestizo de familia humilde que trabajaba para los Ávila y se había dejado engatusar por su buena vida. Así, el muchacho engañó a la dulce María, quien en menos de dos semanas estaría dispuesta a hacer cualquier sacrificio por él.
A pocos meses de la boda, el ambicioso y ruin plan que Arrutia contaba a voces embriagado en los bares de la capital llegó a oídos de Alfonso de Ávila, quien prohibió al mestizo ver de nuevo a su hermana por lo que pronto contestó: “No puedes hacer nada si ella me ama pues el corazón de tu hermana desde hace tiempo que es mío. Puedes oponerte cuanto quieras, pero nada conseguirás”.
Entonces, Alfonso le ofreció una gran suma de dinero para que se alejara y así lo hizo. Se fugó a Veracruz sin despedirse de la que fue su amada. Entonces la desdichada María cayó enferma de depresión deambulando por la casa, gimiendo y llorando. Al verla en este estado, su familia la ingresó en el Convento de la Concepción, conocido por recibir como novicias a las hijas de los conquistadores.
María entregó su cuerpo y alma a Dios hasta que un día se enteró de que Arrutia seguía vivo y, rota de dolor, se suicidó ahorcándose desde un precipicio, donde quedó inmóvil balanceándose como un péndulo movido por el viento.
Muchos son los que afirman haber visto el reflejo de la monja colgada en el agua. Ahora, las religiosas conviven con fenómenos paranormales en el convento porque, como dicen, las cosas se mueven y se pierden sin que nadie las toque, los alaridos nocturnos no cesan y la sensación de que alguien las observa siempre está ahí.